El Anuario de Letras Modernas ha sido, a lo largo de más de tres décadas, el órgano de difusión de los académicos del Colegio de Letras Modernas. La idea de crear un anuario surgió a principios de la década de los ochenta, a raíz de una propuesta del director de la Facultad de Filosofía y Letras, Abelardo Villegas, para que el Colegio tuviera una publicación periódica que diera cuenta de los intereses docentes y de investigación. El profesor Federico Patán, coordinador del Colegio en ese momento, puso en marcha la iniciativa y, después de reunir al Colegio en pleno, acordó la elección del Comité Editorial. Los miembros de este comité fueron Elisabeth Siefer, quien dirigió el primer número que apareció en 1983, y el resto del Consejo lo conformaban Flora Botton, Renata von Hansffstengel, Josefina Iturralde, Angelina Martín del Campo, Marlene Rall, Anuanziata Rossi y Federico Patán.

 

El espíritu inicial del Anuario de Letras Modernas ha permanecido vigente a lo largo del tiempo, aun cuando los intereses y la variedad de enfoques han ido cambiando. El objetivo principal, por supuesto sigue siendo el de dar a conocer el trabajo de quienes conforman la Planta del Colegio de Letras Modernas. La investigación ha dejado de ser una actividad que “en ocasiones se subordina a las necesidades de docencia” y se ha convertido, en cambio, en un elemento esencial que se vincula de forma indisoluble, con la práctica docente. La vitalidad intelectual del Colegio de Letras Modernas, que ya se percibía en los primeros números del Anuario de Letras Modernas, es evidente en sus números más recientes. Es notable también la forma en que los académicos han sabido encarar el dinamismo que caracteriza a la producción literaria y cultural del planeta en las últimas décadas, así como los múltiples acercamientos crítico-teóricos que han transformado el estudio del fenómeno literario. Quizá el cambio mayor se ha dado en la conceptualización misma del objeto de estudio, pues se ha dejado de considerar a las cuatro lenguas (alemán, francés, inglés e italiano) como representativas de “cuatro comunidades lingüísticas europeas”, para concebirlas como el medio de expresión literaria de muchas otras regiones del mundo. Esta apertura se consolidó, con la incorporación del campo de Letras Portuguesas al plan de estudios de 2010, lo que de inmediato quedó de manifiesto en los contenidos de la revista.

 

Así, “la pluralidad temática y la diversidad de enfoques” continúan siendo rasgos distintivos, pero su configuración refleja el “giro teórico” que afectó profundamente el estudio del fenómeno literario. El interés en la literatura comparada o en la teoría de la recepción que se percibía con claridad en los primeros números fue dando lugar a artículos con acercamientos cada vez más fundamentales en las diferentes posturas que ahora constituyen el campo de la “teoría crítica”. Un cambio similar ha ocurrido en el corpus  de obras analizadas, pues ahora se cuenta con un contrapunto en el que lo canónico alterna con las nuevas literaturas de Europa, de Asia, África y América, o bien la producción literaria “tradicional” se abre a lecturas e interpretaciones sustentadas en los más recientes marcos teóricos.